No porque el sol salga más temprano y los días se alarguen…

Por:Ricardo Rosales Román
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No se vaya a pensar que en los últimos dos meses haya desatendido el tratamiento de la política en el país y el actual momento internacional. Mis anotaciones manuscritas diarias me permiten dar seguimiento y sistematizar el diario acontecer, establecer, explicar e interpretar sus causas, contexto en que se da, efectos y consecuencias.

La coyuntura es importante analizarla y sistematizarla, pero lo que no se debe hacer es caer en lo descriptivo o en un punteado que pareciera que todo lo facilita. En ningún caso es aconsejable dejarse llevar por las suposiciones o conjeturas y los rumores -como ahora se le denomina a las campañas negras- y que son, en mi opinión , una forma de lo más eficaz de distraer la atención de lo principal.

Lo sucedido la semana pasada, pone al descubierto la gravedad de la crisis institucional y de gobernabilidad a que se ha orillado al país y, gráficamente, podría describirse como el momento de mayor tirantez y tensión que, a lo único que no llegó fue a tener que desengavetar la Ley de Orden Público e implantar medidas de excepción en las tipificadas como zonas rojas de la ciudad capital y municipios circunvecinos.
Y no es que el asesinato de once choferes de buses urbanos y extraurbanos y sus ayudantes el martes y jueves de la semana pasada, divulgado profusamente en los medios de comunicación, así como lo referente al terrorismo financiero -no lo pongo entre comillas porque en la edición electrónica aparecen como signos de interrogación-, vengan a ser hechos de segunda importancia, no tengan ningún interés informativo o dejen de comentarse.

Lo de la semana pasada es sólo la punta del iceberg y como se es propenso a confundir las causas con lo que son los efectos, de lo que está en el fondo no se informa, analiza u opina, y se dejan de lado elementos importantes que de considerarse permitiría establecer lo que en realidad está pasando.

En reiteradas oportunidades he referido que el sistema en que se asienta el poder público, la institucionalidad y gobernabilidad, no sólo está agotado sino, además, en su fase terminal y no porque actualmente haya una alternativa real de poder social, popular y progresista que institucionalmente lo cuestione y revolucionariamente se proponga cambiarlo -ya que la alternabilidad continuista desde la derecha a lo que se ha limitado es a reciclarlo para que todo siga igual-, sino por la incapacidad de quienes han tenido a su cargo el ejercicio de la administración pública a partir de 1954 y cuyo rasgo común, con sus especificidades y características, es que lo han hecho en interés de la élite empresarial y corporativa del país, las grandes transnacionales y el capital bancario y financiero internacional, y -lo que es peor- en función de la seguridad nacional de EE.UU. impuesta por el Pentágono y el Departamento de Estado y, más recientemente, de la administración ultraconservadora y guerrerista del presidente George W. Bush.
En ese marco, no se trata de quedarse en el examen, análisis y caracterización de las manifestaciones externas y que sus causas, repercusión y consecuencias, por conveniencia o pereza mental, se ignoren o silencien.

La situación es de suyo grave no sólo por la escalada de violencia y el pánico financiero que se dice cundió con lo de la campaña negra contra un banco del sistema.
Lo que procede, entonces, es empezar por lo siguiente.

Uno, el actual gobierno es el más débil de los últimos 22 años y lo es a causa de su composición e integración institucional, ausencia de liderazgo, conducción, decisión y voluntad política, además de contradicciones no resueltas que le son intrínsecas.

Dos, es un gobierno, en efecto, enfrentado a contradicciones internas que se expresan en el choque de intereses personales de los principales y más fuertes financistas de su campaña y los intereses institucionales de la dirigencia nacional y de las departamentales del partido oficial por el control del poder político.

Tres, lo que predomina a su interior son sus limitaciones para el ejercicio competente de la gestión pública que no sólo es resultado de los desacertados nombramientos a importantes cargos de la administración sino, además, por el nepotismo, atribución y suplantación de funciones no contempladas en la ley.

Y, cuatro, el gobierno actual no es vulnerable a los ataques y a la desaprobación y oposición a su gestión porque se autodefina como socialdemócrata sino por la política errática, además de los tropezones y traspiés con que está empezando su gestión.

Hay que decir, entonces, que así como es cierto que conforme se acerca la primavera el sol sale más temprano y los días se alargan, también lo es que para quienes gobiernan, a sólo 30 días de su instalación, el tiempo parece estárseles agotando para enderezar el rumbo del barco al que los encaramaron y cuya brújula que decían tener o se les descompuso, no saben cómo utilizarla o ya los obligaron a tirarla por la borda para que las cosas sigan igual o empeoren aún más, en beneficio de quienes es eso lo que les conviene.

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